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Quizás creas que el mercado de valores es un lugar en el que se compran y venden acciones al mejor postor y en base al estado en el que se encuentra un país o un producto. Nunca habías estado tan equivocado.

«Los Mercados», ese ente maligno que decide por nosotros, que domina a nuestros gobernantes y que acaba repercutiendo en tu nómina, hipoteca e incluso en tu desgraciado despido se está cobrando esta crisis no sólo en términos monetarios.

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El mercado de valores, el que nos afecta a ti y a mí, no se decide en un parqué lleno de brokers encorbatados, ni en Wall Street, ni tiene que ver con el precio de la soja o en qué punto se encuentra la famosa prima de riesgo.

En estos días que nos está tocando vivir habrás notado que el interés sube despiadadamente hasta cotas nunca antes alcanzadas. El interés propio, ese que siempre ha sido variable. Hoy cuando más nos aprietan, cuando la situación es peor, cuando realmente creemos que todo o casi todo está perdido… más crece ese interés por salvarnos a nosotros mismos. Ese que hace prevalecer nuestras necesidades inmediatas a las futuras. Ese que nos hace perder lo único que no deberían poder quitarnos nunca, la humanidad.

Se está gestando una generación más dura y más fría. La cuál, el día de mañana se dará cuenta de que el pago a realizar no lo podrá hacer con moneda de curso legal ni con tarjeta, ni siquiera a través de su cuenta PayPal que controla desde ese smartphone que le está generando un desgarre con la realidad y que hace parecer a sus usuarios todo menos smart.

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Desde luego tendrá que pagar, ¡-y cuánto!- Tendrá que poner su alma como aval, y serán sus sentimientos, y más concretamente su arrepentimiento lo que sufragará esos intereses pasados, costándonos más el pago que el beneficio que obtuvimos en su día. Y quizás ahí veamos cuan engañoso es el interés.

Estamos hipotecando nuestra escala de valores a tantos años vista que la terminarán de pagar nuestros futuros, hijos y nosotros. Ellos cargarán con una educación basada en la satisfacción instantánea y en el sobrevivir por encima del vivir. En el «ya tengo bastante con lo mío como para ayudar a otro» o el «que me ayuden a mí que también lo estoy pasando fatal».

Estamos ahorrando en educación por trabajo. Tenemos que pasar tantas horas en trabajos que no nos gustan, nos degradan o nos dan lo justo para subsistir que estamos dejando de lado la educación de los que mañana, si no nos ponemos a ello, acabarán en ese mismo empleo u otro igual de terrible que no les aporte nada más triste que dinero.

Estamos extendiendo cheques sin fondos morales. Firmando sin pensar que en un plazo, que seguro será mayor de 30 días, alguien, puede que el mismo demonio va a venir a pasarnos la factura.

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Pero los que realmente saben de esto son nuestros políticos y banqueros. Aquellos que tienen sus cuentas en paraísos fiscales. Paraísos a los que viajan en primera pese a tener el alma de tercera para alojarse en resorts de 5 estrellas. Las mismas estrellas que son la única fuente de luz en las noches más oscuras de muchas familias a las que les ha cortado el suministro una de esas empresas en las que ellos siempre acaban. Comen en ostentosos restaurantes en los que las sobras llenarían neveras de decenas de comedores escolares cerrados durante este verano.

En esos paraísos, tan alejados del infierno de la  realidad con la que pelean cada día los ciudadanos, están guardadas sus pensiones, sueldos y sobresueldos. Y bajo la misma llave que cierra sus cajas de caudales,y que deben llevar colgando del cuello como una medalla (o quizás como una correa), también guardan sus escrúpulos. Y les renta, vaya si les renta. Y es algo que me extraña, porque jamás he visto a alguien invertir en algo con tan poco valor.

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Invierten en miedo, en incertidumbre, en hambre, en miseria, en desahucios, en privatizaciones, en ERES y en cursos de formación, en acuerdos bajo mano, en corrupción, en mentiras, en prepotencia y en descaro. Invierten en contra de la humanidad y la decencia porque ni la tienen ni la conocen.

Pero al final, aunque no podamos ponerle fecha, ellos pagarán. Porque es lo que tiene el interés, que nos afecta a todos, no conoce aliados, solo deudores. Y ellos, como norma básica tributaria, al ser los que más poseen serán los que más paguen.

Y si no, habrá que hacerles pagar.

 

PD: Estoy fraguando el contra-post (porque de todo hay 2 caras)